Union workers from SEIU holding climate protest signs at a rally in Washington DC

El terreno común entre los derechos laborales y la justicia climática es la clave de un futuro habitable

La narrativa de “empleos vs. proteger el medio ambiente” no cuenta la historia completa.

Existe una grieta entre el movimiento obrero y el ecologista, o al menos eso nos dicen.

Se ha criticado a los sindicatos por centrarse en los puestos de trabajo sin tener en cuenta las consecuencias medioambientales. Algunos sindicatos apoyan proyectos tan polémicos como el oleoducto Dakota Access Pipeline y otros se oponen a la prohibición del fracking. Mientras tanto, a los grupos ecologistas se les acusa de estar divorciados de las realidades de la clase trabajadora, descuidando a veces la pérdida de puestos de trabajo y salarios relacionados con la transición energética. La urgencia de reducir las emisiones y eliminar progresivamente las industrias fósiles para mitigar el cambio climático ha puesto de relieve la aparentemente conflictiva relación entre trabajo y medio ambiente.

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“Las empresas nos han puesto a todos ante un dilema clásico”, dijo en 1977 Anthony Mazzochi, quien en ese entonces era el director legislativo del Sindicato de Trabajadores del Petróleo, [la industria] Química y Atómica de Estados Unidos. “Ahora son los empleos contra el medio ambiente. El trabajador tiene que elegir entre su sustento y morir de cáncer”.

He visto esta aparente contradicción desde que soy pequeña. Al crecer en un barrio obrero de Mumbai (India), me sentí ajena, como muchos otros en mi comunidad, a la corriente dominante de defensa del medio ambiente y el clima, a pesar de estudiar ciencias medioambientales y estar expuesta a la contaminación en mi barrio. Las afirmaciones de que estamos ante una “amenaza existencial” de los activistas ambientales de clases medias y altas eran palabras vacías para mi, ya que sus reivindicaciones a menudo pasaban por alto las luchas cotidianas de la clase trabajadora por mantener su existencia en una sociedad en la que hay que ganarse la vida.

Esta experiencia influenció mi tesis doctoral, en la que exploré los fundamentos sociales y económicos de las injusticias medioambientales en India. Demostré que tanto la casta como la clase social necesitan tenerse en cuenta y que enfocarse en las relaciones laborales puede ayudarnos a entender cómo las desigualdades sociales, económicas y medioambientales se perpetúan.

Mi investigación y reciente involucramiento con el movimiento obrero me han dejado claro que la narrativa de “empleos vs. el medio ambiente” no captura la historia completa. En realidad, la explotación de los trabajadores y la extracción de recursos naturales están en el corazón del sistema económico que ha creado las amenazas existenciales a las que se enfrenta la humanidad. A lo largo de la historia, hemos visto destellos de lo que puede lograrse cuando los sindicatos y el activismo por la justicia ambiental trabajan juntos, y este tipo de unión es nuestro único camino hacia un futuro habitable.

La historia olvidada del ambientalismo sindical 

Union Workers walking with a large banner that says "Union Workers for a Clean + Just Economy" at a rally in Washington DC

La Marcha People's Climate en Washington DC, en 2017.

Crédito: Becker1999/flickr

El fallecido historiador Howard Zinn escribió que para actuar, o al menos considerar la “posibilidad de encaminar esta peonza de mundo en otra dirección”, necesitamos “recordar aquellos tiempos y lugares... en los que la gente se ha comportado magníficamente”. Cuando examinamos la historia, a menudo olvidada, de las relaciones entre sindicalistas y ecologistas, vemos más ejemplos de cooperación que de conflicto, comodescubrió el investigador del sindicalismo y el activismo medioambiental Brian Obachal analizar ambos movimientos.

En 1948, las plantas Donora Zinc Works de U.S Steel y la perteneciente a American Steel & Wire llenaron de smog el aire del aire del pueblo industrial de Donora, en Pensilvania. La pesada capa de contaminación mató a 20 personas y causó problemas en la salud a largo plazo a por lo menos 5.900 personas. La empresa U.S. Steel Corporation negó cualquier responsabilidad y, en cambio, dijo que el incidente había sido “obra de Dios”. El Sindicato de Trabajadores Unidos del Acero, cuyos miembros y sus familias fueron las principales víctimas, presionaron para que se hiciera una investigación federal de lo ocurrido. La lucha incesante del sindicato allanó el camino para la Ley de Aire Limpio, la Ley de Agua Limpia, la normativa OSHA, las leyes Superfund, la Ley de Control de Sustancias Tóxicas y la legislación sobre el cambio climático.

En los años 60, United Auto Workers (UAW), uno de los mayores sindicatos industriales, encabezó el ecologismo laboral incluso antes del nacimiento del movimiento ecologista mainstream. En 1965, el sindicato fue el promotor de la Conferencia de Acción Conjunta por el Agua Limpia, en la que más de mil sindicalistas y activistas comunitarios y medioambientales se movilizaron alrededor de la contaminación del agua y las protecciones ambientales. El sindicato llevaba años reclamando acceso a la salud, la limpieza de contaminación industrial urbana y la mejora de la vivienda de interés público, todas situaciones ligadas a la salud ambiental de las comunidades. Y, en 1970, el UAW se convirtió en el principal promotor del primer Día de la Tierra. Denis Hayes, fundador de la Red del Día de la Tierra, dijo que “sin el UAW, el primer Día de la Tierra probablemente habría fracasado”.

Desafortunadamente, cambios en la economía de los Estados Unidos y una oleada de contraataques empresariales de la década de 1970 se interpusieron en esa antigua visión medioambiental de los sindicatos. La escalada de los precios del petróleo a mediados de los setenta puso de manifiesto la vulnerabilidad económica, y la administración Reagan inició políticas de austeridad y de represión de los sindicatos, al tiempo que la desindustrialización contribuía a la pérdida de puestos de trabajo en el sector manufacturero, lo que desencadenó un descenso de la afiliación y el poder sindicales.

Desde entonces, la mayoría de sindicatos se han dedicado a luchar por conservar puestos de trabajo, especialmente aquellos con los salarios, protecciones y prestaciones negociados en un contrato sindical, como piedra angular de la construcción de un futuro estable para los trabajadores. Perseguir un título universitario u otras alternativas similares están fuera del alcance de muchas personas de la clase obrera, y dadas las precarias condiciones económicas actuales, combinadas con una red de asistencia social frágil, aferrarse a un trabajo sindicalizado es casi siempre la única forma que tienen los trabajadores de mantener sus ingresos y dignidad.

No obstante, sí hemos podido ver ejemplos de colaboración en las últimas décadas. En los noventa, coaliciones entre sindicatos y grupos ambientales volvieron a surgir para oponerse al Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (NAFTA) y sus políticas de privatización de los servicios públicos y reducción de regulaciones para las empresas privadas, al considerar que ambas debilitaban el poder sindical y las protecciones ambientales. "Teamsters y tortugas" se convirtió en un grito de batalla durante las protestas de 1999 contra la Organización Mundial del Comercio en Seattle. La Hermandad Internacional de Teamsters, que representa a una serie de trabajadores del transporte, el almacenamiento y la logística, y las "tortugas", que se referían a los activistas medioambientales, establecieron una alianza y una causa común.

La lección que nos dejan estos ejemplos es que debemos reconocer el potencial de encontrar cosas en común cuando la corriente va en contra de los intereses de la clase trabajadora y las protecciones ambientales. Investigaciones hechas por el sociólogo Brian Mayer sugieren que cuando las coaliciones entre sindicalistas y trabajadores se enfocan en la salud, los derechos laborales y el medio ambiente, pueden crear una identidad colectiva única, y ejercer una presión combinada capaz de catapultar el cambio social y ambiental.

Código rojo climático y estallido obrero 

Woman holding a UAW "Union Yes" sign at a rally

La UAW ha asumido el papel de puente entre el sindicalismo y el activismo medioambiental. Incluyó la producción de vehículos eléctricos y baterías y la inversión en los contratos que consiguió con los tres grandes fabricantes de automóviles tras la huelga de seis semanas del sindicato en 2023.

Crédito: Susan Ruggles/flickr

Las condiciones actuales en el ámbito climático y laboral son perfectas para que surjan nuevas colaboraciones. La temperatura media global de la superficie en 2023 fue la más alta registrada desde 1850, y casi todas las regiones norteamericanas experimentaron fenómenos meteorológicos graves. La clase trabajadora, en particular los trabajadores agrícolas y los empleados de bodegas de almacenamiento, son los más afectados por el aumento de las temperaturas en sus lugares de trabajo. Como respuesta, los activistas del clima y los trabajadores han organizado huelgas climáticas, que se basan en la historia del movimiento obrero de retener colectivamente el trabajo para ejercer presión. Simultáneamente, el movimiento obrero ha experimentado uno de sus repuntes más significativos en décadas con nuevas campañas sindicales, organización, acción directa en los lugares de trabajo y actividad huelguística, con 459.000 trabajadores participando en huelgas en 2023.

Una vez más, el UAW ha tomado la batuta para cerrar la brecha entre el sindicalismo y el movimiento ambientalista. Incluyó la producción e inversión en vehículos eléctricos y sus baterías en los contratos que logró negociar con los tres grandes fabricantes de automóviles - Ford, GM y Stellantis (antes Chrysler) - tras la huelga sindical de seis semanas “Stand Up Strike” de 2023, con la que consiguieron logros históricos. En junio de 2024, el UAW negoció un acuerdo con el productor de baterías de vehículos eléctricos Ultrium Cells. Los trabajadores de su planta en Lordstown, en Ohio, votaron para ratificar el contrato, que fue el primero en una planta de producción de baterías para autos eléctricos e incluyó un incremento salarial del 25%, mejoras en las previsiones de tiempo extra, descansos y seguridad.

Este interés renovado en la organización sindical inclusive ha llegado hasta los trabajadores en las organizaciones no gubernamentales ambientales, incluyendo a Defenders of Wildlife, Greenpeace, Audubon, el Sierra Club y el Sunrise Movement, instigadas por sindicatos como Communication Workers of America y el Progressive Workers Union y apoyadas por redes como Green Union Hall.

Perseguir la sindicalización no sólo ha ayudado a los trabajadores de organizaciones medioambientales sin ánimo de lucro a obtener representación en el trabajo y a asegurarse mejores salarios, prestaciones y cláusulas de igualdad, sino que también ha creado una vía para un compromiso laboral entre los trabajadores de las organizaciones de defensa del medio ambiente y los trabajadores de las industrias extractivas.

Mi sindicato, el Sindicato Internacional de Empleados de Servicios (SEIU) 503, que representa a casi dos millones de trabajadores de la salud, los servicios públicos y los servicios inmobiliarios de EE.UU. y Canadá, también se ha embarcado en el proyecto de profundizar en las coaliciones laborales y medioambientales de la clase trabajadora. En el marco del comité de justicia climática de nuestro sindicato, hemos planificado talleres educativos de sensibilización y elaborado propuestas de cómo podría nuestro sindicato aproximarse a las cuestiones climáticas, sanitarias y medioambientales.

Un activismo de justicia medioambiental y climática en la el trabajo sea un eje central puede asegurarse de que los trabajadores estén a la cabeza y no sean una consideración de última hora en una transición justa. Los sindicatos han demostrado que pueden aportar más que una forma de mejorar los salarios, los beneficios y la estabilidad laboral. Más bien, deberían verse como los únicos espacios democráticos disponibles para la clase trabajadora que priorizan el bienestar de los trabajadores y sus comunidades. La convergencia de los movimientos obreros y ecologistas en el pasado y en el presente ofrece quizá el único camino para hacer frente a las actuales crisis ecológicas y de subsistencia provocadas por el sistema económico. Podría ser la única forma de trazar un futuro basado no en la explotación y la extracción, sino en principios de justicia medioambiental y laboral.

Aclaración: Este ensayo ha sido escrito por la Dra. Pradnya Garud a título personal. Las opiniones expresadas en este artículo son las de la autora y no reflejan el punto de vista de la Autoridad Sanitaria de Oregón.

Este ensayo ha sido elaborado gracias a la beca Agents of Change in Environmental Justice. Agents of Change capacita a líderes emergentes de entornos históricamente excluidos de la ciencia y el mundo académico que reimaginan soluciones para un planeta justo y saludable.

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